Enviado por Ilan Kelman y Carina Fearnley University College London Warning Research Centre
7 sep 2021

Las advertencias como procesos sociales

El Warning Research Centre (WRC ) y el Institute for Risk and Disaster Reduction (IRDR ) del University College de Londres (Reino Unido) se han asociado recientemente al Anticipation Hub. Esperamos poder intercambiar investigaciones, prácticas y conocimientos pertinentes con la comunidad de la acción anticipatoria. Este blog destaca la investigación de nuestros centros sobre las alertas, explicando cómo las alertas -y su traducción en acciones tempranas- son ante todo procesos sociales.

Warning of fire dangers near Christchurch, New Zealand (photo: Ilan Kelman)

Las alertas y sus sistemas han existido desde los albores de la historia de la humanidad, desde gritar cuando se avista a un enemigo hasta estudiar las nubes del atardecer para interpretar el tiempo del día siguiente. A pesar de, o debido a, esta larga historia y la variedad de usos de las alertas, no existe una definición común. Tal vez no sea necesaria. Ya es bastante difícil diferenciar entre aviso, alarma, alerta, anticipación, previsión, predicción y proyección sin intentar llegar a un consenso sobre los significados.

Un punto en común es que todos están relacionados con los intereses humanos, por lo que los procesos deberían estar relacionados con las acciones y necesidades humanas. En la era contemporánea, muchas cosas dependen de la tecnología, a menudo bajo el supuesto implícito de que basta con que la información técnica y la tecnología sean correctas para que las advertencias tengan éxito. Incluso se llega al paradigma de "la última milla", dando por sentado que los sistemas de alerta pueden establecerse perfectamente y que el último paso es salvar la distancia entre el sistema y las personas a las que sirve.

Demasiadas catástrofes han demostrado los peligros de confiar en la tecnología y formular el problema como "la última milla". Ejemplos de ello son la erupción volcánica del Nevado del Ruiz en Colombia en 1985, el cuarto de millón de personas muertas en el tsunami del Océano Índico de 2004, la pandemia de COVID-19 a partir de 2020 y las decenas de muertos en las inundaciones de Europa occidental de 2021. Todos ellos mostraron cómo la información, la tecnología y la experiencia para la catástrofe potencial pueden ser impresionantes, y aun así se produce un desastre porque las advertencias no llevaron a la acción.

Las personas primero

Para resolver esta cuestión de base, la ética fundamental debe ser que las alertas son procesos sociales. Con frecuencia utilizan y deben utilizar distintos niveles y complejidades de tecnología, información y técnicas. No obstante, la clave son las personas, lo que significa empezar por ellas para determinar sus intereses, necesidades, contribuciones y lagunas. Toda alerta debe comenzar por "la primera milla" de conexión con las personas que la utilizan, lo que significa adaptar cualquier sistema de alerta a ellas(véase el recuadro "Flexibilidad").

Las advertencias requieren flexibilidad

Las alertas son contextuales. Deben utilizar diferentes combinaciones y solapamientos de procesos y técnicas formales e informales, internacionales y locales, cualitativas y cuantitativas, tradicionales y modernas, y de alta y baja tecnología. El diseño, la aplicación y el mantenimiento de las alertas deben ser flexibles y dinámicos para adaptarse a sociedades y entornos cambiantes.

La primera milla tiene lugar a largo plazo. Cuando aparece un huracán o un incendio forestal, inevitablemente es demasiado tarde para empezar a considerar las alertas correspondientes. Por lo demás, puede transmitirse información exacta y precisa(véase el recuadro "Exactitud"), pero las personas que reciben la información pueden no saber qué significa o qué hacer. Incluso si saben cómo deben actuar, puede que no estén preparadas o capacitadas para hacerlo solas. No se puede suponer que las personas son receptores pasivos de la información de la manera adecuada y en el momento oportuno que luego se convierten en perfectos autómatas de respuesta.

Las advertencias exigen exactitud

La información y el asesoramiento tienen que ser correctos y enmarcarse en incertidumbres e incógnitas. Crear credibilidad y confianza al tiempo que se garantiza que las personas sepan cuándo y cómo actuar significa ser claro sobre lo que se entiende y lo que no.

Las alertas como procesos sociales implican integrar la vigilancia, el análisis, la comunicación y la acción en las actividades cotidianas comunes(véase el recuadro "Integración"). Los simulacros, la formación, la educación y la práctica se convierten en la norma, no en la excepción repentina, incorporando todos los niveles de gobernanza para fundir las aportaciones y actividades ascendentes y descendentes. Los enfoques informales y formales se combinan y se refuerzan mutuamente como parte continua de la vida.

Las alertas requieren integración

Las alertas deben vincular todos los componentes para facilitar la acción mediante una autoridad, participación, rendición de cuentas y responsabilidad claramente definidas que generen confianza y credibilidad. Este proceso implica integrar a las personas en todo el proceso de alerta, una tarea imposible de lograr en medio de una crisis. Por el contrario, el proceso de alerta integrada es continuo y colectivo, y abarca mecanismos para crear, retener e intercambiar conocimientos y experiencia.

Entonces, la información y los mecanismos de alerta proporcionan tiempo suficiente para generar decisiones y acciones apropiadas cuando sea necesario(véase el recuadro "Oportunidad"). Esto no significa que se vayan a tomar necesariamente las decisiones y medidas adecuadas. Como en el caso del recuadro "Oportunidad", todavía esperamos mucho más tras las advertencias que se vienen haciendo desde hace tiempo sobre el cambio climático provocado por el hombre.

Las advertencias requieren puntualidad

Una advertencia debe dar tiempo suficiente para actuar y, al mismo tiempo, garantizar que la acción no se convierta en dilación. Los impactos del cambio climático son un ejemplo de ello, con pocos cambios significativos a lo largo de las décadas en lo que respecta a las advertencias funestas y la falta de acciones sustantivas. En consecuencia, aunque la alerta temprana dentro de los sistemas de alerta temprana (SAT) suele ser un componente esencial, no es el único. Las alertas a medio plazo y las alertas tardías desempeñan papeles importantes y ofrecen un amplio repertorio de enfoques entre los que elegir en cuanto a la oportunidad. Por ejemplo, los terremotos proporcionan un sistema de alerta temprana en términos de distribución espacial, ya que conocemos la mayoría de los lugares donde se producen terremotos importantes, lo que nos da años para aplicar códigos de construcción y normativas de planificación. Sin embargo, el momento exacto de cada seísmo sigue siendo impredecible, lo que deja hasta un minuto de aviso desde el seísmo inicial hasta la peor sacudida, en lo que es efectivamente un sistema de alerta tardía.

Advertir sobre las advertencias

Si no se aplican correctamente, las alertas pueden ser la causa de una catástrofe mayor, ya que pueden aconsejar a la gente de forma incorrecta, perjudicar su reacción ante nuevas alertas o desviarles de las acciones adecuadas. Para evitar estos problemas, los sistemas de alerta no deben ser considerados como chorros lineales de información y asesoramiento de expertos.

Por el contrario, deben integrar la reducción de riesgos a largo plazo, la mitigación de daños, la planificación, la concienciación y la preparación dentro de las actividades habituales de las personas. Crear un sistema de alerta significa ser dirigido a largo plazo por las personas afectadas, de modo que reciban apoyo para generar su propia información y análisis. A continuación, se animan a sí mismas para prepararse y responder adecuadamente(véase el recuadro "Transparencia").

Estos procesos de creación y mantenimiento de cualquier sistema vinculado a las alertas son tan importantes como los productos específicos, que pueden ser flujos de datos de vigilancia medioambiental, alertas automatizadas y mensajes específicos. Así pues, las alertas y los sistemas de alerta se convierten en procesos sociales, al servicio de las personas afectadas con tecnología, asesoramiento externo y expertos, pero sin depender únicamente de estos componentes.

Las advertencias exigen transparencia

La transparencia en las alertas es necesaria en todas las fases, desde la propuesta hasta la puesta en marcha, pasando por las operaciones y el mantenimiento. La transparencia en la recogida de datos y en la toma de decisiones influye en la confianza de la gente, mientras que las actividades relacionadas con las alertas deben ser auditadas y las personas deben rendir cuentas, especialmente para reflexionar sobre su mejora.

Agradecemos cualquier comentario sobre este blog y nuestro trabajo en materia de alertas, así como las oportunidades de colaboración para seguir explorando las alertas como procesos sociales, especialmente a la luz de la experiencia de la red de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, los organismos de las Naciones Unidas, el sector privado y las ONG en el uso de las alertas y el fomento de la acción temprana para la "primera milla". Póngase en contacto con nosotros.