Mali

Perfil del país

Mali es un país de renta baja, sin salida al mar, con un clima desértico y cálido, pero con una gran variabilidad entre sus periodos secos y húmedos. Es el octavo país más extenso de África y sufre periódicamente catástrofes como inundaciones, sequías, epidemias, epizootias, fuertes vientos e invasiones de langostas. Desde 2012, el conflicto ha agravado la inestabilidad.

Los peligros y los conflictos son los principales causantes de las crisis humanitarias en Malí. De ellos, las inundaciones y las sequías son los principales peligros, se producen todos los años y suponen un riesgo importante, especialmente en la región meridional.

Malí es uno de los países con mayor riesgo de sequía del mundo, y este peligro -junto con el calor extremo- afecta a la mayoría de la población del país, a la vez que aumenta la presión sobre unos recursos hídricos distribuidos de forma desigual. Las sequías suelen tener efectos duraderos y pueden provocar una grave inseguridad alimentaria, pérdida de ganado y escasez de agua.

Las inundaciones se producen sobre todo a lo largo de los ríos Níger y Senegal y sus afluentes, especialmente entre septiembre y noviembre. Tanto las inundaciones fluviales como las urbanas causan un elevado número de víctimas mortales en Malí, así como daños considerables en viviendas, sistemas de transporte e infraestructuras sanitarias y educativas. Por ejemplo, en 2018 las inundaciones afectaron a 137.000 personas, provocando víctimas mortales y la pérdida de ganado y cosechas, al tiempo que destruían viviendas y pozos.

La agricultura y la ganadería representan el 45% del producto interior bruto del país y el 80% del empleo, por lo que son los sectores más importantes para la subsistencia de las personas. También son los sectores más afectados por los peligros naturales y los conflictos, con efectos especialmente adversos en la seguridad alimentaria y la nutrición de la población.

Se espera que muchos peligros naturales aumenten en frecuencia y gravedad debido al cambio climático. Esto provocará impactos aún mayores, por ejemplo, de sequías, inundaciones, fuertes vientos e incendios de matorrales, mientras que el aumento de la variabilidad de los regímenes pluviométricos estacionales provocará una mayor incertidumbre para los agricultores y los sistemas agrícolas.